viernes, 5 de noviembre de 2010

Es hora de entrelazar los dedos y enaltecer las miradas. Qué difícil se hace todo cuando la predisposición se queda en el trastero. Lloramos y nos lamentamos por cada palabra que se escapa de nuestros labios, por las caricias que calificamos en balde. Posiblemente todo sería mucho más sencillo si la confianza fuese impenetrable pero eso es imposible en los días que corren. Asi que decidamos de una vez por todas, hacer un propósito de enmienda, y no pidamos a cada momento un albarán de promesas por cumplir y sueños que se estrellan nada más ocurrirse. Es todo tan sencillo como mirarnos dócilmente a los ojos, despreciando los rayos irradiados por el sol, y observar que el brillo que forma dicho cuadrilátero es mucho más fulgurante que una noche de lujuria y desenfreno. En resumidas cuentas, encomendémonos al ritmo de nuestros latidos, ellos nos llevarán al mejor de los puertos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es perfecto lo que dices, sabio y coherente y muy recomendable, de momento yo... sólo lágrimas, pero tomo nota :).
Un beso