martes, 17 de agosto de 2010



Un océano de nubes colgando sobre mi cabeza, podría confundirse perfectamente con un fractal. Piso el cigarro o lo que queda de él y continúo mis deliberaciones matinales. Demasiada literatura norteamericana, Carver, Ellis, Charles B. ... A veces se agradece la rapidez y la sencilles pero ello conlleva al funeral de la subordinación, condena a la hoguera todo intento de adorno literario.

Suena el teléfono. Sigue sonando. El sonido discontínuo y monótono esta acabando con mi poca paciencia y ha hecho saltar una alarma en mis frecuentes dolores de cabeza. Con todo y con eso no lo descolgaré. En realidad es como si no estuviera, o para ser un poco más claro, no quiero estar.

Decido salir a dar una vuelta por los alrededores. Elijo el itinerario con mayor número de personas para resbalar entre ellas, sin fijarme en ninguno de esos rostros. Desde hace algún tiempo, no mucho, Andrés siempre decide acompañarme. Él no para de hablar con su voz rota y e cierto modo alentadora. Es mi compañía perfecta. Yo no tengo que decir palabra ni me pide atención, por lo que no me impide seguir con mi retahíla, pero a la vez me srive de barrera auditiva contra todo aquello que acompaña a mis zancadas.

En fin, sigamos con lo nuestro. Cielos que se asemejan a fractales, ornamentación contra austeridad literaria, colillas en el suelo, monotonía de la función telefónica, no recuerdo dónde me había quedado. Tal vez, comparando alguna frase de Palahniuk con algún fragmento de Retrato de un joven malvado. Dicto mi sentencia. Siendo ambos muy agradables de leer prefiero la coma antes que el punto y seguido. Fijo a mirada ante un garito que se posa frente a mis narices "On the Rock" y decido entrar a otear el lugar. De repente decido prestar atención a Andrés y por lo que parece lo hago con buen criterio, porque suelta de buenas a primeras:

- El mundo fue pero es lo que hay y siempre será una porquería.

Le doy toda la razón, ante una frase monumental no cabe objeción ninguna. Pero decido tomarme una cerveza con un bocadillo de tortilla para enfocar el mundo desde una perspectiva un poco más apetecible y por ello menos asquerosa. Me despido de Andrés y quedo con él a las siete en el bar del "Hoochie Coochie Man" para naufragar.

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