viernes, 12 de junio de 2009

El médico vestido, el poeta desnudo.

El médico vestido se levanta todas las mañanas y antes de prepararse el desayuno coge su bata blanca, la que le acompaña desde hace algún tiempo, la que le acompañará toda la vida.
El poeta desnudo no se viste, porque los escritores no necesitan ocultar nada, muestra a todos sus sentimientos con la cabeza hacia abajo para no llamar demasiado la atención.
El médico vestido se peina , aunque ahora lleve rastas, con unas gotas de arrogancia y vanidad que por mucho que se resequen no desaparecerán hasta la noche.
El poeta desnudo no necesita ningún tipo de cosmética, él se peina con una raya ladeada a la izquierda de su cabeza, es una linea divisoria pero en ningún momento impenetrable, a un lado quedan sus ganas de cambiar este puto mundo y al otro todo su melancoholismo, simepre perfumado el uno y el otro, pues la elegancia le caracteriza.
El médico vestido se enfurece porque su nombre aparezca relacionado con temas abominables para él.
El poeta desnudo escribe y escribe y vueleve a escribir porque como bien dice su amado Umbral siempre se está escribiendo el mismo libro, y le es indiferente quien lo lea, ama escribir, y lo hace con toda la dedicación posible.
El médico vestido escribe recetas porque no sabemos leer, sino no se tomaría esa molestia, bastante abultada es su agenda.
El poeta desnudo se refugia en la poesía porque es un cobarde.
El médico vestido sale a recibirnos por las calles de Tribunal y hace gala de su portentosa labia y nos regala agradecimientos.
El poeta desnudo se sube a la tarima a recitar y de repente cae en la cuenta de que es imposible
acuchillar con bolígrafos y empieza a temblarle la voz, y echa en falta esa pizca de vanidad que tiene el médico vestido.
Y aunque parecen totalmente polos opuestos, ambos son necesarios para conseguir un auténtico Dr Wiler.

2 comentarios:

DrWiler dijo...

malnacido...

me has desnudado y vuelto a vestir
y me he quedado absurdo y enternecido, humillado y eufórico,
al filo del precipicio de la última palabra, sin saber cuándo podré reaccionar, cómo intentaré agradecerlo.

así, con la sensación persistente de este inverso de la culpa que es la certeza arrogante de que nadie podrá arrebatarme ya algo que sé que no merezco.

no alcanzarás a imaginar ahora esto que yace, como una traición orgullosa a la hora íntima de la confesión, detrás de una sonrisa ruborizada y mansa que se va desgarrando dulcemente con el avance incrédulo de esta lectura pudorosa, esto que perdurará en su libre tozudez de infancia abrupta, en su insaciable crudeza de una mirada impávida, esto que resistirá a la erosión implacable de violencias y rutinas con la que nuestras horas se arropan.

la magia de veneno escuálido,
el brillo húmedo de un recuerdo atravesándo óxidos y meninges hasta la córnea imprudente desde la que saltar al vacío hermético de otros ojos con otro pasado igual de disponible y doloroso,
el puro reconocimiento cruzado de gestos propios en los pasos ajenos.

la admiración mutua.



muchas gracias césar.

tayler durden dijo...

justo esta mañana leí la contrarreplica, no te conocía y entre eso y el comentario en LVR ha sido como un buen cocktail de casualidad.
lo más importante del club de la lucha es infringir las dos primeras normas.
y pelear para recibir más que para dar.
respecto a este doctor, he tenido la suerte o el destino de compartir unas cuantas tardes y alguna noche escuchandole hablar, dando caña por lo bajo, clavando la mirada, seco como el buen whisky, duro tipo diamante, un punky de quirófano que se enternece al oir la palabra poesía.
no creo que haya muchos de esos, yo al menos no los conozco. pero le conozco a él, y sé de lo que hablas.
un abrazo señor. ojalá alguna noche nos encontremos en la misma cama de hospital y podamos divertisnos tirandoles los trastos a las enfermeras.