domingo, 10 de mayo de 2009


Una, dos, tres, tres eran las lágrimas que se derramaban por su mejilla, tres eran los sueños que se desvanecían por el vacío de su cuerpo, tres serán las cicatrices que se trasparentarán a través de su pecho. Yo la vi llorar, puedo dar testimonio de ello, lloraba , sus ojos se ensombrecían, mientras el rimmel naufragaba en una de esas tres lágrimas. Ella que tanto tiempo había estado preparándose para besar sus labios, había pintado cuidadosamente su rostro para mostrarse ante él como un reflejo de Jean Hebuterne y que el pincel de sus besos perfilase toda su figura, hasta hacer de ella una obra inmortal, una obra que desprendiese sudor y lascivia en cada pincelada, lo que no sabía es que Amadeo nunca llegaría, nunca saldaría los besos pendientes y es que el amor no se paga a plazos, ni acepta cheques firmados con la tinta del olvido, porque amar no es una represalía ni un corolario, sino un fin en sí mismo. Y por eso lloraba con el movil en las manos, porque yo la vi llorar, no es que buscase una protagonista para esta historia, ella lloraba porque todo había terminado , porque en el aire se respiraba la despedida, porque él nunca más la retrataría. Nadie prestaba atención a sus sollozos, estaba sola apoyada en la pared, buscando un equilibrio que no encontraba en sí misma, ella tampoco se percataba de los que cruzabamos su campo visual, y es que ella ya no era ella , ya no quedaba rastro de Jean Hebuterne, ni siquiera rastro de su cuerpo, pero yo la vi llorar, yo vi como caían los sueños uno a uno, zas , zas , zas hasta contar tres , y vi como una vez en suelo se bañaban en el mar de sus tres lágrimas, una , dos y tres. Lo que nadie verá son sus tres cicatrices clavadas a fuego en su pecho, y es que la soledad, el desamparo y las ganas de morir son demasiado personales como para ser pintadas y demasiado oscuras para verse a la luz del sol.

No hay comentarios: