viernes, 22 de mayo de 2009


Sin saber cuándo ni de qué modo, me he quedado sólo bajo la lluvia cantándole a la tristeza, haciendo gárgaras con las penas, pataleando en los charcos de desconsuelo, buscando debajo de los coches algún resquicio de esperanza, echándole en cara a la vida que jámas me dedicó una de sus seductoras sonrisas, esas muecas con las que todos sentimos una incontrolable erección.
Me tambaleo entre la desdicha y la locura, artista del alambre, funambulista en la cuerda de la incoherencia, títere del escapismo, ¿ de qué sirve llorar ?. Fúnebre es el destino inminente que me depara, es posible que mañana luzca el sol su vestido primaveral, es muy probable que los delirantes bailen mañana en una calle cualquiera, pero yo ardo en un círculo de fuego, en un espacio Hausdorff donde no tengo contacto con ninguna de las personas cercanas.
Harto ya de subirme a la copa de los árboles a respirar las oraciones que más tarde plasmo en un papel, he decidido darle a la novela de mi vida un final lírico, bajar el telón cuando la luna llena brilla en todas las ventanas de esos apartamentos dónde se hace el amor de una forma implacable, me subiré a la farola más alta para hallar la luz en mí, para observar cómo duerme una ciudad muerta, cómo la lluvia cae sobre esos edificios lapidarios dónde sepultamos nuestras vidas, y saltaré hacia arriba para tocar los cielos y descender inmediatamente a los infiernos, el légamo que me espera abajo no está tan intoxicado cómo el que llevo en los bolsillos del recuerdo.

1 comentario:

Esperanza Escribano Claramunt dijo...

Pues gracias, desde las escombreras...otro placer leerte.

Viva Bunbury