miércoles, 27 de agosto de 2008


7:32 Tren con destino Chamartín

Como cada mañana de lunes a viernes suben al segundo vagón tres personas, a esas horas la concurrencia es mínima. Todos los rostros le resultan familiares, pero no ha mantenido conversación alguna con ninguno de esos individuos, ni un simple "Buenos días" aunque Ella se muere de interés por el más joven de los nuevos viajeros, llevan un par de meses coincidiendo en el mismo recorrido y en las últimas semanas sin motivo alguno ha nacido en ella una obsesión inexplicable, pasa el día preguntándose como será el timbre de su voz, cual será su trabajo, que libro se esconderá debajo de esas hojas de "El Pais" que lo recubren.

Y es que a Ella le resulta muy reconfortante su tranquila presencia, le encanta el olor que desprende cuando pasa a su lado para sentarse en los asientos de enfrente, le parece realmente atractivo cuando una enorme bufanda de tonos claros le recorre el cuello y se rie para sí misma con su peculiar manera de atarse los zapatos. No entiende el motivo pero últimamente no para de pensar en Él.Cuando el altavoz anuncia la llegada a Coslada, instantaneamente Ella lo busca con la mirada y siente un gran alivio al verlo apoyado en el pasamanos de la escalera,con auriculares en los oidos y sosteniendo en el hombro derecho una bandolera negra.

Pero esa alegría del reencuentro matinal se difumina a lo largo del trayecto, pues en ese intervalo temporal no se produce ni un sólo cruce de miradas y mucho menos un intercambio de palabras. Ella siente que es una absurdez pensar en alguien que ni siquiera tiene nombre, pero es incapaz de controlar sus sentimientos, por ello todas las mañanas se levanta con una alegría inexplicable, se maquilla cautelosamente y cuenta uno a uno los minutos que faltan para llegar a las 7:32.

Así pasarán los meses, pero Ella se negará a decirle nada, preferirá aferrarse a su silencio y contentarse cada mañana con el simple hecho de ver como Él sube torpemente las escaleras del cercanias.

Es una lástima que Ella desconozca un dato y es que Él se levanta todas las mañanas una hora antes, únicamente para coger el tren de las 7:32 donde aquel día que tuvo que cogerlo por circunstancias laborales, coincidió con Ella. Desde ese día recuerda costantemente su sonrisa y la observa por encima del libro mientras ella mantiene la mirada perdida en la ventanilla. Pero nunca se atreverá a dirigirse a Ella por miedo a una réplica o por el simple hecho de no molestar.

Para ambos encontrarse en el vagón es el mejor momento del día, por eso nunca dirán nada, por temor a perder lo que más les satisface, a Ella la presencia de Él, a Él la sonrisa de Ella.

1 comentario:

SockToga dijo...

La historia me parece genial. Me produce tristeza, saber que esa sensación o ese momento, no es solo algo de ciencia-ficción, sino algo que todos hemos vivido, y quizá por verguenza, o por miedo al fracaso, hemos dejado pasar a una persona que podría haber siginificado algo para nosotros. Nunca sabremos exactamente la opinión de las dos partes, pero no por ello debemos dejar pasar el momento... Alea Jacta Est