domingo, 14 de octubre de 2012

Into the wild

Tengo sangre en las manos de arrancarme las palabras del estómago, de arrastrarme por la casa en busca de trozos de cristal, de rasgar la guitarra hasta hacerla llorar. Tengo tantos nudos en la cabeza, como cabos sueltos en mi espalda, que arrastran penas y soledades jamás imaginadas. Tengo su rostro clavado en mi mente como las 95 tesis de Wittenberg, y llevo también, ¿por qué no? su perfume escondido en cada subterfugio de mi recuerdo. Es la lluvia golpeando en la ventana, quien me ampara, es esta bombilla maltrecha quien me rescata del tunel, son sus tesoros imposibles los que me persiguen.
Las noches que somos, los amaneceres que escribimos, los alientos que contenemos...
Programar las caricias resulta ¡¡¡tan fácil!!! En cambio arrancarlas parece casi imposible, por lo menos a estas alturas de la noche, con la certeza de las derrotas acumuladas, con la esperanza acurrucada en el lado opuesto de la cama. En el equinocio de mi memoria, tus gestos interpretados en su máxima expresión hacen de esta velada inacabable, un eterno viaje "Hacia lo Salvaje".

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